Cuando hablamos de la muerte imaginamos la pérdida de la vida de personas con edad avanzada, principalmente a causa de una enfermedad o algún accidente. Pero cuando se trata de un hijo, se ha estudiado mucho que es una muerte que no se supera, aunque si se trabaja el duelo se puede aprender a vivir con el dolor, que no se va, y que si bien permanece, permite regresar a tener una vida en paz y con grandes periodos a disfrutar.
Son diferentes los autores que ya han referido, especialmente desde la tanatología, la importancia de elaborar el duelo y de algún modo llegar a superarlo. Hay una falta de naturalidad al enterrar a los hijos; en realidad, es a los padres a quienes se entierra y es por ello por lo que el duelo se vuelve tan complejo. ¿Pero qué pasa con el duelo cuando la muerte es de un hijo que no nació vivo y se cree que, porque no se le conoció, no es tan doloroso? Ese bebé, aunque no se tuvo en brazos, no se amamantó, no se le cambió un pañal, no se le arrulló, sí fue amado, sí fue importante y sí duele. Es una conclusión muy dura que sacar, porque un hijo deseado, que desde el momento que se sabe que existe ya tiene una identidad, ya creó una familia con esos padres que le dieron vida intrauterina, aunado a todas las fantasías respecto a su mundo al lado de él. Por ello, aunque un hijo sea o no visto vivo de forma extrauterina, es alguien que ya tiene toda la importancia para esos padres, así hubiera tenido tan sólo unas cuantas semanas de gestación o haber nacido a término sin vida.
Son todas estas condiciones las que lo convierten en un duelo silencioso, en especial si la pérdida es en las primeras semanas de gestación, cuando muy poca gente alrededor de la pareja conoce la noticia de que están esperando un bebé. Cuando ese embarazo se pierde, el inicio del duelo se da, en la mayoría de los casos, con que los padres no quieran hablar de ello, por lo que además se vuelve un duelo secreto, y mientras menos gente sepa al respecto, para ellos es mejor así: no deben lidiar con las respuestas de la gente y con explicaciones que no se quieren dar. Esto está muy relacionado con la culpa que se puede generar de que la pérdida se debe a alguna falla de algo que se hizo o se omitió por la madre o la pareja, aunado al enojo que puede provocar que haya sido una situación natural. Todo esto lo complica aún más que, en la mayoría de los casos, se requiera de una intervención médica, ya sea con farmacoterapia o con el ingreso a un quirófano. Por ello, pueden llegar a surgir no solamente estados de estrés y depresión, sino también un trastorno de estrés postraumático, ya que se vive como algo inesperado, en ocasiones urgente de atender y que rompe con todas las esperanzas de la pareja.
Es importante considerar que las parejas que han buscado lograr un embarazo durante un periodo de tiempo prolongado ponen en el bebé una esperanza mayor y sufren más una pérdida a nivel emocional que aquellas que lograron embarazarse con relativa facilidad. Así también podemos pensar que mientras más adelantado esté el embarazo, más expectativas e ilusiones hay en ese nuevo miembro de la familia que está por llegar. Me parece de suma relevancia no menospreciar ningún momento de la pérdida, sin importar la historia, cuánto tiempo de embarazo y conocimiento de este se tenía, ni tampoco si se tiene más hijos o no. Ese hijo tiene identidad, es único, es importante para los padres y el no verlo nacer y disfrutar de su presencia se convierte en un dolor profundo y sin sentido. (https://www.eclipseigp.com/2019/11/02/la-muerte-mas-que-solo-una-perdida/)
Por otra parte, la falta de información y conocimiento acerca de lo recurrentes que pueden ser las pérdidas gestacionales es lo que lleva a que sea una sorpresa muy grande, ya que la población en genaral no conoce las estadísticas de la prevalencia de las muertes gestacionales, ni mucho menos las causas genéticas o fisiológicas de estas. Me he encontrado con historias de mujeres que sufren, además del duelo de la pérdida de sus hijos, el linchamiento social de haber informado su embarazo de forma viral con muy poco tiempo de anticipación; es decir, antes de la semana 12. Qué duro es no conocer que uno de cada cinco embarazos se pierde en esta temprana etapa, pero que si se sabe genera mucho miedo e incertidumbre durante el primer trimestre del embarazo.
Por todas estas razones tomé la decisión de investigar más con tres grandes profesionales de la salud, a quienes agradezco profundamente su participación, lo que lleva a las pérdidas gestacionales, la prevalencia, las causas y el duelo.
- CLASIFICACIÓN Y CAUSAS
El Dr. Mario Roberto Rodríguez Bosch, médico gineco-obstetra, subdirector de ginecología y obstetricia del Instituto Nacional de Perinatología (INPer) (https://www.gob.mx/salud/inper), explica que la pérdida gestacional se puede dar en tres momentos del embarazo:
- Pérdida gestacional temprana. Incluye los abortos antes de las 12 semanas de gestación, cuya frecuencia varía entre un 10% y un 20% de los embarazos. Sin embargo, es probable que el porcentaje de pérdidas sea mucho mayor -y por ende la prevalencia-, ya que muchos de estos embarazos en etapa temprana pueden todavía no ser diagnosticados. La causa más frecuente en esta etapa, hasta en un 50% de los casos, se debe a alteraciones cromosómicas en el producto de la concepción.
- Pérdida fetal.
- Temprana: después de las 13 y antes de las 20 semanas de gestación.
- Tardía: a partir de la semana 20 de gestación y, sobre todo, cuando los embarazos ya son a término. También se les llama óbito fetal o muerte fetal intrauterina.
La prevalencia de estos dos subtipos en general se sabe que ocurren de dos a tres pérdidas por cada mil embarazos.
Respecto a las causas y las prevalencias en las frecuencias de pérdida fetal temprana y tardía varían mucho según la condición clínica del paciente, lo que incrementa los factores de riesgo para pérdidas gestacionales.
- Edad: el corte se estudia en menos de 35 y más de 35 años
- Enfermedades como: diabetes mellitus, hipertensión arterial, enfermedades crónico-degenerativas, trombofilias, presencia de anticuerpos antifosfolípidos, patología tiroidea, entre muchas otras.
Por otra parte, la Dra. Lourdes González del Rincón, médico genetista, comparte que el papel de la genética es muy importante porque aunque existen varias causas de pérdida gestacional o de pérdida gestacional recurrente, como son las malformaciones uterinas internas o las infecciones, una de las causas más importantes son las genéticas. En particular en las parejas que tienen dificultad para embarazarse o que tienen dos o más pérdidas gestacionales, siempre hay que descartar una causa de origen genético, materna o paterna, que pudiera estar condicionando esto.
“Es importante considerar que la pérdida gestacional es muy frecuente, es hasta cierto punto natural que cuando un embrión tiene una carga genética inadecuada o una alteración cromosómica seria, tenga dificultades para implantarse o que proliferen las células y esos embriones suelen perderse en estadios tempranos”, destaca la Dra. González. “Hay mucha frecuencia de pérdidas gestacionales en las que las mujeres no se enteran por ser en las primeras semanas de gestación y pueden incluso representar un pequeño retraso en la regla”.
02. IMPACTO PSICOLÓGICO
Es sumamente fuerte en la mayoría de las ocasiones. Este incluye dolor, culpa, enojo, duelo y una resolución médica como puede ser farmacoterapia, así como intervenciones quirúrgicas -un legrado o una cesárea-, entre otras. Todo ello lleva a clasificar así mismo en la intensidad de la pérdida. Si bien en ningún momento del embarazo se está preparado para la pérdida, en la medida que este avanza en tiempo y formación del bebé el impacto de su muerte será mayor.
El Dr. Rodríguez Bosch señala que en la pérdida fetal el impacto es mayor. Desde el punto de vista de la mujer se rompe una expectativa, se rompe un plan, se genera un proceso de duelo por la pérdida. Obviamente hay pacientes que procesan ese duelo de una manera positiva y menos patológica, y hay pacientes que requieren de mucho apoyo psicológico y psiquiátrico.
“El padre prácticamente tiene el mismo impacto; sin embargo, a veces culturalmente tenemos la formación de la fortaleza de la familia: el que no llora y no tiene derecho a tener un proceso de duelo. Y a veces resulta que la superación de este proceso de duelo es más compleja que en la mujer, porque él no puede sufrir su pérdida y vivir un proceso de duelo fisiológico como el de ella”, destaca el médico gineco-obstetra.
En la siguiente entrega conoceremos más sobre el proceso de duelo y el tratamiento que se le debe de dar desde un enfoque psicológico.
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