
Un duelo secreto: el duelo silencioso (Parte I)
Cuando hablamos de la muerte imaginamos la pérdida de la
vida de personas con edad avanzada, principalmente a causa de una enfermedad o
algún accidente. Pero cuando se trata de un hijo, se ha estudiado mucho que es
una muerte que no se supera, aunque si se trabaja el duelo se puede aprender a
vivir con el dolor, que no se va, y que si bien permanece, permite regresar a
tener una vida en paz y con grandes periodos a disfrutar.
Son diferentes los autores que ya han referido,
especialmente desde la tanatología, la importancia de elaborar el duelo y de
algún modo llegar a superarlo. Hay una falta de naturalidad al enterrar a los
hijos; en realidad, es a los padres a quienes se entierra y es por ello por lo
que el duelo se vuelve tan complejo. ¿Pero qué pasa con el duelo cuando la
muerte es de un hijo que no nació vivo y se cree que, porque no se le conoció,
no es tan doloroso? Ese bebé, aunque no se tuvo en brazos, no se amamantó, no
se le cambió un pañal, no se le arrulló, sí fue amado, sí fue importante y sí
duele. Es una conclusión muy dura que sacar, porque un hijo deseado, que desde
el momento que se sabe que existe ya tiene una identidad, ya creó una familia
con esos padres que le dieron vida intrauterina, aunado a todas las fantasías
respecto a su mundo al lado de él. Por ello, aunque un hijo sea o no visto vivo
de forma extrauterina, es alguien que ya tiene toda la importancia para esos
padres, así hubiera tenido tan sólo unas cuantas semanas de gestación o haber
nacido a término sin vida.
Son todas estas condiciones las que lo convierten en un
duelo silencioso, en especial si la pérdida es en las primeras semanas de
gestación, cuando muy poca gente alrededor de la pareja conoce la noticia de
que están esperando un bebé. Cuando ese embarazo se pierde, el inicio del duelo
se da, en la mayoría de los casos, con que los padres no quieran hablar de
ello, por lo que además se vuelve un duelo secreto, y mientras menos gente sepa
al respecto, para ellos es mejor así: no deben lidiar con las respuestas de la
gente y con explicaciones que no se quieren dar. Esto está muy relacionado con
la culpa que se puede generar de que la pérdida se debe a alguna falla de algo
que se hizo o se omitió por la madre o la pareja, aunado al enojo que puede
provocar que haya sido una situación natural. Todo esto lo complica aún más
que, en la mayoría de los casos, se requiera de una intervención médica, ya sea
con farmacoterapia o con el ingreso a un quirófano. Por ello, pueden llegar a
surgir no solamente estados de estrés y depresión, sino también un trastorno de
estrés postraumático, ya que se vive como algo inesperado, en ocasiones urgente
de atender y que rompe con todas las esperanzas de la pareja.
Es importante considerar que las parejas que han buscado
lograr un embarazo durante un periodo de tiempo prolongado ponen en el bebé una
esperanza mayor y sufren más una pérdida a nivel emocional que aquellas que
lograron embarazarse con relativa facilidad. Así también podemos pensar que
mientras más adelantado esté el embarazo, más expectativas e ilusiones hay en
ese nuevo miembro de la familia que está por llegar. Me parece de suma
relevancia no menospreciar ningún momento de la pérdida, sin importar la historia,
cuánto tiempo de embarazo y conocimiento de este se tenía, ni tampoco si se
tiene más hijos o no. Ese hijo tiene identidad, es único, es importante para
los padres y el no verlo nacer y disfrutar de su presencia se convierte en un
dolor profundo y sin sentido. (https://www.eclipseigp.com/2019/11/02/la-muerte-mas-que-solo-una-perdida/)
Por otra parte, la falta de información y conocimiento
acerca de lo recurrentes que pueden ser las pérdidas gestacionales es lo que
lleva a que sea una sorpresa muy grande, ya que la población en genaral no
conoce las estadísticas de la prevalencia de las muertes gestacionales, ni
mucho menos las causas genéticas o fisiológicas de estas. Me he encontrado con
historias de mujeres que sufren, además del duelo de la pérdida de sus hijos,
el linchamiento social de haber informado su embarazo de forma viral con muy
poco tiempo de anticipación; es decir, antes de la semana 12. Qué duro es no
conocer que uno de cada cinco embarazos se pierde en esta temprana etapa, pero
que si se sabe genera mucho miedo e incertidumbre durante el primer trimestre
del embarazo.
Por todas estas razones tomé la decisión de investigar más
con tres grandes profesionales de la salud, a quienes agradezco profundamente
su participación, lo que lleva a las pérdidas gestacionales, la prevalencia,
las causas y el duelo.
- CLASIFICACIÓN
Y CAUSAS
El Dr. Mario Roberto Rodríguez Bosch, médico
gineco-obstetra, subdirector de ginecología y obstetricia del Instituto
Nacional de Perinatología (INPer) (https://www.gob.mx/salud/inper),
explica que la pérdida gestacional se puede dar en tres momentos del
embarazo:
- Pérdida
gestacional temprana. Incluye los abortos antes de las 12 semanas de
gestación, cuya frecuencia varía entre un 10% y un 20% de los embarazos.
Sin embargo, es probable que el porcentaje de pérdidas sea mucho mayor -y
por ende la prevalencia-, ya que muchos de estos embarazos en etapa
temprana pueden todavía no ser diagnosticados. La causa más frecuente en
esta etapa, hasta en un 50% de los casos, se debe a alteraciones
cromosómicas en el producto de la concepción.
- Pérdida
fetal.
- Temprana:
después de las 13 y antes de las 20 semanas de gestación.
- Tardía:
a partir de la semana 20 de gestación y, sobre todo, cuando los embarazos
ya son a término. También se les llama óbito fetal o muerte fetal
intrauterina.
La prevalencia de estos dos subtipos en general se sabe que
ocurren de dos a tres pérdidas por cada mil embarazos.
Respecto a las causas y las prevalencias en las frecuencias
de pérdida fetal temprana y tardía varían mucho según la condición clínica del
paciente, lo que incrementa los factores de riesgo para pérdidas gestacionales.
- Edad:
el corte se estudia en menos de 35 y más de 35 años
- Enfermedades
como: diabetes mellitus, hipertensión arterial, enfermedades
crónico-degenerativas, trombofilias, presencia de anticuerpos
antifosfolípidos, patología tiroidea, entre muchas otras.
Por otra parte, la Dra. Lourdes González del Rincón, médico
genetista, comparte que el papel de la genética es muy importante porque aunque
existen varias causas de pérdida gestacional o de pérdida gestacional
recurrente, como son las malformaciones uterinas internas o las infecciones,
una de las causas más importantes son las genéticas. En particular en las
parejas que tienen dificultad para embarazarse o que tienen dos o más pérdidas
gestacionales, siempre hay que descartar una causa de origen genético, materna
o paterna, que pudiera estar condicionando esto.
“Es importante considerar que la pérdida gestacional es muy
frecuente, es hasta cierto punto natural que cuando un embrión tiene una carga
genética inadecuada o una alteración cromosómica seria, tenga dificultades para
implantarse o que proliferen las células y esos embriones suelen perderse en
estadios tempranos”, destaca la Dra. González. “Hay mucha frecuencia de
pérdidas gestacionales en las que las mujeres no se enteran por ser en las
primeras semanas de gestación y pueden incluso representar un pequeño retraso
en la regla”.
02. IMPACTO PSICOLÓGICO
Es sumamente fuerte en la mayoría de las ocasiones. Este
incluye dolor, culpa, enojo, duelo y una resolución médica como puede ser
farmacoterapia, así como intervenciones quirúrgicas -un legrado o una cesárea-,
entre otras. Todo ello lleva a clasificar así mismo en la intensidad de la
pérdida. Si bien en ningún momento del embarazo se está preparado para la
pérdida, en la medida que este avanza en tiempo y formación del bebé el impacto
de su muerte será mayor.
El Dr. Rodríguez Bosch señala que en la pérdida fetal el
impacto es mayor. Desde el punto de vista de la mujer se rompe una expectativa,
se rompe un plan, se genera un proceso de duelo por la pérdida. Obviamente hay
pacientes que procesan ese duelo de una manera positiva y menos patológica, y
hay pacientes que requieren de mucho apoyo psicológico y psiquiátrico.
“El padre prácticamente tiene el mismo impacto; sin embargo,
a veces culturalmente tenemos la formación de la fortaleza de la familia: el
que no llora y no tiene derecho a tener un proceso de duelo. Y a veces resulta
que la superación de este proceso de duelo es más compleja que en la mujer,
porque él no puede sufrir su pérdida y vivir un proceso de duelo fisiológico
como el de ella”, destaca el médico gineco-obstetra.
En la siguiente entrega conoceremos más sobre el proceso de
duelo y el tratamiento que se le debe de dar desde un enfoque
psicológico.
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